En la Constitución Apostólica Veritatis gaudium el Papa Francisco habla de "un verdadero cambio de época, que está marcado por una "crisis antropológica" y "socio-ambiental" de ámbito global" (n. 3). Para responder a este desafío, la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis señala la importancia de "una visión integral de la formación de los futuros clérigos, que tiene en cuenta simultánea y equilibradamente las cuatro dimensiones presentes en la persona del seminarista: humana, intelectual, espiritual y pastoral" (Introducción, n. 1).
En los últimos decenios se ha puesto cada vez más en evidencia la necesidad de ofrecer una salida formación de la actividad que favorezca el desarrollo sano y armónico de la persona en su dimensión somática, psicológica y espiritual. Solo así se lograr una vida humana y cristiana mente alegre, integrada, llena de significado y apostólicamente fecunda. Sin embargo, es frecuente entre los formadores la sensación de que disponen de pocos instrumentos para desarrollar esta tarea.
Una lectura atenta del evangelio nos muestra que Jesús no solo hizo y dijo muchas cosas. Como cualquier persona -era Dios y hombre- tenía una forma de ser, una personalidad, y eso se reflejaba en la manera de tratar a los demás, de hablarles e, incluso, de mirarles. La mirada de Jesús hacía que se sintiesen queridos, con ganas de ser mejores y, en muchas ocasiones, incluso les llevaba a dejarlo todo y seguirle.