La quinta sesión del Curso sobre el acompañamiento sacerdotal en el camino matrimonial ha supuesto una gran oportunidad para escuchar a los protagonistas de la pastoral: los cónyuges.
El Centro di Formación Sacerdotal ha querido así secundar el deseo del Papa Francisco, expresado en la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, de hacer participar a los cónyuges en la formación de los sacerdotes, contando con su experiencia en la dinámica familiar y en la educación de sus hijos.
La doctora Mariolina Ceriotti Migliarese, neuropsiquiatra, psicoterapeuta de parejas y autora de diversos libros, ha hablado de las dificultades encontradas a menudo en las personas que piden su ayuda para vivir una relación mutuamente enriquecedora. Las parejas que viven bien, según la doctora, no son aquellas que nunca tienen conflictos, sino las que consiguen resolverlos de manera creativa, interpretándolas como momentos de crecimiento personal. En los momentos de dificultades, añadió, puede ser útil volver a la intuición originaria que los cónyuges tuvieron como novios: la otra persona es la mejor para mí.
La doctora Migliarese se ha detenido también en la importancia del matrimonio como momento fundacional, que hace que de un yo y un tú surja un nosotros. Así, tras la celebración del matrimonio comienzan a utilizarse nuevos términos: desde entonces los cónyuges son marido y mujer, algo que no ocurre con una simple convivencia.
La visión cristiana del matrimonio, en su experiencia, resulta muy atractiva incluso para los no creyentes, a los cuales se les debe presentar siempre como algo bello pero también real, no una mera utopía.
El doctor Danilo Gentilozzi y la doctora Annamaria Roggero, casados y padres de cuatro hijos, han hablado en su exposición sobre la ayuda que esperan de los sacerdotes en la parroquia. Se ha recordado que los padres son los principales responsables de la educación de sus hijos, la cual debe necesariamente iniciarse en la vida en familia, no en la catequesis. En este sentido, los párrocos tienen una doble función: formar tanto a los padres como a los chicos, acompañándoles mediante la dirección espiritual y la celebración de los sacramentos. El sacerdote, añadieron, es siemrpe una figura de referencia para los chicos, y debe comportarse de manera que su ejemplo sea también un modo de formar a los jóvenes.
Finalmente, los cónyuges han sintetizado en dos puntos la forma más adecuada de formar cristianamente a los jóvenes: contextualizar la doctrina de acuerdo a su situación concreta (por ejemplo, la casa, el colegio, los amigos), y presentar las consecuencias para su vida cristiana de un modo explícito, sobre todo cuando el chico crece y el papel de los amigos se hace más determinante.